
Cada vez que oía: vos, el viernes te vas conmigo a Guate, ¿oíste?, vamos ir a donde Paíz, el culo se me hacía así. ¿Alguna vez alguien de ustedes, de los que tienen el honor de conocerme, se acuerda de un patojo entelerido que siempre iba sentado en las canías de su nana, en las burras que van de aquí a la capital? ¿No? Ya sé, ya sé, se acuerdan de un montón, pero de ninguno en especial. Órale. La cosa es que uno de todos esos mierditas era yo, pues. ¿Y por qué creen que me ahuevaba ir a Guate? Pues porque un puto viaje de cincuenta minutos me destrozaba el día por completo. Y no quiero hablar de los otros cincuenta y tantos minutos de vuelta. Va, yo qué pisados, ¡mi mamá, muchá! Las grandes vergüenzas que pasó durante aqueos años dorados. Digo dorados no por maravillosos, sino porque el nene GUAQUIABA y no sólo una vez, no; no sólo un par de bocaraditas, no; no de vez en cuando, no; SIEMPRE (Y GRUESO) Búrlense, no hay clavo. Sí, era yo, el delicadito mierda, el debilucho, el aguafiestas, el pa’ qué mi chile.
Antes de llegar a Florencia (que para mí era como haber ido a Tapachula) ya le había ensuciado los brazos y las manos a doña Mariíta; cuando por el vidrio veía un torito negro que está al llegar a San Lucas, ¿lo han visto?, puta, siempre creía que mi suplicio había terminado, pero no, no mijo, ya falta poco, aquí todavía no es Guate. Y venga otro buen chorro de licuadito, pues. Y mi pobre madre haciéndose los quesos con los trapitos, las bolsas plásticas, las rodajitas de limón, las miradas de la mara, los regaños de los malditos ayudantes, la inevitable hedentina, el calorón pisado y mis berrinches. Finalmente una gran M amarilla en la distancia, me indicaba que ya estábamos en la capital y que al llegar a la 18 calle, por fin saldría del infierno. Claro que al bajar de la burra, triunfalmente aunque todavía temblereque, no podía faltar un recuerdito de mi parte, para cerrar con broche de oro (estomacal) el bello itinerario. Una vez no pude aguantarme hasta llegar a un poste de luz y ¡plaaaaash!, se me salió todo aqueo en plena banqueta, salpicándole las patas a unos majes que estaban dándole duro a unas sus tortillas con algo, en un puesto de esos callejeros. Y ahí iba doña Mariíta a poner cara de buena, para que no nos maltrataran. ¡Cómo comí!, le decía yo a mi mama. Cálmate, Demetrio, me contestaba ella.
Sí, ya sé, tampoco fui a ninguna excursión de la escuela, es verdad. ¡No están viendo que guaquiaba, pues! Pero con el paso de los años, mi cuerpo se fue amoldando a los trajines de los viajes dizque largos. Me hice inmune a los brazos de mi madre que me apachaban la panza, a los aromas celestiales, a las vueltas en las carreteras, al calor que se concentra cuando las burras van hasta la mierda (casi siempre), a los vómitos de patojos problemáticos (como yo), a los empujones, al aliento a jiote del que va a tu lado, al perfume de a diez pesos de la pisada que va en el otro lado, en fin, a mis vomitivos, pues. Después de eso, mis “encuentros cercanos con el Güitre” han sido por motivos de intoxicación alimenticia y por bolo, como cualquier pisado, para qué les voy a hablar pajas. Y por eso, porque no hay inyección ni cura para dejar de echar la guaca ni para que desaparezca de mi vida, decidí, hace algunos meses, fundar una asociación no lucrativa dedicada a apoyar a todos los pacientes del Síndrome de Butragueño (SIBU), Encuentros Cercanos con el Güitre (ECGUI) y Guaca Mayor Pre-pálida (GUMAPRE).
En este cálido aposento, GUAQUEROS ANÓNIMOS, cualquiera de ustedes podrá depositar su confianza y sentirse parte de algo verdaderamente importante. Sí, avocate ya, no te pediremos que dejés de libar, de fumar, de ponerte pedo, de pajearte, de ver porky, de ir donde las putas, de comerte los mocos, de darle el culo a cualquier pisado, de echarle quetchup a tus frijolitos, de ver Pasión de Gavilanes II, de ponerte los camisones de tu esposa, de esperar la venida de Guilian Soto Santiago, de echarle los perros a la mamá de Esvin… NO, NO es para tanto. Sabemos y estamos conscientes de tus sanos hábitos y de todo lo que es imprescindible para tu exitosa vida. Sólo te queremos decir que, si sos un caso en potencia (abstenerse anoréxicas y menores de dos años de edá), no estás solo. ¡He aquí la familia que estabas buscando! Olvídate de las maras, de las comunidades on-lain, de los chat rum, de los grupos parroquiales, de las asociaciones estudiantiles, de los colectivos literarios, de los cuates para jugar pul y de los boi escaut. Es más ‘sencillo’ que un billete de cincuenta en fichas de a cinco. Sólo tenés que mandarnos una muestra de tu más reciente hazaña, la última vez que te hayás sentido indispuesto, en un portaviandas del color que más se acople a tu personalidá y ¡ya'stuvo! Nosotros nos pondremos en contacto con vos para indicarte cuándo y dónde te daremos la bienvenida. Pero acordate: viscosidad, hedor, variedá de partículas alimenticias, estado de fermentación y presencia de orina, esperma, hemoglobina y crías parasitarias… hará que tu puntaje ascienda y en menos de veinticuatro horas recibás una llamada de nuestras operadoras para que PARÉS DE SUFRIR Y TE UNÁS A NOSOTROS YA.
Leé lo que nos cuenta AMALIA R., desde Suchi: “Desde que me uní a Guaqueros Anónimos mi vida dio un gran giro. No sabía a quién contarle mis problemas con el vómito. Mi pareja me abandonó y se fue a vivir con mi hija mayor, que no era de él, sino de otro marido que tuve. Entonces fue cuando descubrí que no podía dejar de vomitar. ¡Ay, Dios! Vomitaba noche y día, noche y día. Mi cuñada me contó de esta asociación y decidí enviar mi muestra. La gran cantidad de bilis analizada sirvió para que me aceptaran al instante. Ahora ya no me siento sola, puedo compartir con mis ‘hermanos’ todas mis vicisitudes y salir adelante. Gracias Rafael, que el Señor se lo recompense”
¿Te entró la curiosidá? ¿Querés saber cuáles son nuestras actividades y dinámicas de grupo? Pues enviá tu muestra a esta dirección: Calle de las Guacamayas, No. 8, Zona 2, Jocotenango, Sac. Mayor info. a los teléfonos 88309-341, 342, en horario de oficina postal. Ímeil: megustalafina@gmail.com o si no, directamente conmigo, y platicamos. Y como dijo Juan Blancota: UNO NUNCA SABE QUE OTROS VALORARÁN LO QUE LLEVO DENTRO DE MÍ.
Foto cortesía de Gugel.